Época: Hispania visigoda
Inicio: Año 409
Fin: Año 711

Antecedente:
Contexto histórico de los godos



Comentario

Todo el Occidente romano, a principios del siglo V d.C., sufría una profunda inestabilidad debida a los movimientos de los pueblos germánicos y orientales. El paso del Rin, la última noche del año 406, por parte de los alanos, originarios del Cáucaso, los suevos, procedentes de la Germania, y de los vándalos asdingos y silingos, también de origen germánico, supuso la penetración en la Gallia y el paso de los Pirineos en el año 409. Tras un acuerdo, que cabe pensar fue de tipo imperial, estos pueblos se distribuyeron en las distintas zonas de la diocesis Hispaniarum, a excepción de la Tarraconensis.
De este modo la Gallaecia, donde existía una población autóctona galaica muy enraizada y poco receptiva, fue compartida por los vándalos asdingos encabezados por su rey Gunderico y los suevos dirigidos por Hermerico. Al quedar arrinconados en una región aislada, éstos no plantearon grandes preocupaciones a la administración imperial. Las relaciones entre suevos e hispanos sufrieron altibajos en una mayor o menor convivencia regulada por una serie de pactos, aunque parece que en pocos casos se entremezclaron, hecho -como veremos más adelante- completamente opuesto a lo que ocurrió entre romanos y visigodos. Los suevos, a lo largo del siglo V y tras la marcha de los vándalos, llevaron a cabo una serie de intentos expansionistas, sobre todo al sur o sudeste de la Gallaecia. Sus reyes Requila, Hermerico y Requiario, lucharon no sólo contra la población galaica, sino también frente a las tropas imperiales repartidas por toda Hispania y especialmente en la Bética y la Lusitania, donde hubo graves enfrentamientos. Los suevos permanecieron en la Gallaecia hasta el año 584, cuando fueron vencidos y anexionados por las tropas visigodas del reino de Toledo.

Las fricciones surgidas entre vándalos asdingos y suevos condujeron a los primeros a trasladarse a la Baetica. Durante los años 419 al 429, se enfrentaron a las tropas romanas, tanto en tierra como en mar, pues poseían una importante flota, hasta que Genserico, sucesor de su hermanastro Gunderico, decidió transportar a su pueblo, compuesto por cerca de 80.000 personas, al norte de Africa. El paso se llevó a cabo por el fretum gaditanum (Estrecho de Gibraltar). La consolidación del reino vándalo de Africa vino dada por la conquista de Cartago, tan sólo diez años después, el 19 de octubre del 439.

En la Lusitania y las partes occidentales de la Carthaginensis se establecieron los alanos gobernados por Adax. Por último, la Baetica fue ocupada por los vándalos silingos a la cabeza de los cuales se encontraba Fredibaldo, que pocos años más tarde, en el año 419, fueron derrotados por las tropas visigodas conducidas por Walia, al igual que lo fueron los alanos.

Al mismo tiempo, en lo que a los visigodos respecta, Ataúlfo, cuñado de Alarico, fue aclamado sucesor en el año 410, en el mismo momento que Alarico moría en Italia cerca de Cosenza y cuando se disponía a embarcar hacia el norte de Africa. Hecho que, al parecer, se vio truncado porque sus naves se perdieron en aquel terrible estrecho, como relata nuevamente Jordanes en la Getica (XXX, 157): "Aquel horrible estrecho sumergió algunas naves, destrozó muchas; a resultas de tal desgracia, mientras Alarico deliberaba consigo mismo qué hacer, de repente, sorprendido por una muerte prematura, abandonó las cosas humanas".

Los esponsales de Ataúlfo, ahora sucesor de Alarico, con Gala Placidia en Narbona en el año 414, esconden la ambición no de crear un estado con el pueblo visigodo sino de integrar también en él a los romanos, influido, probablemente, por la estima que sentía por el mundo romano. Es lo que se ha dado en denominar la transformación de una Gothia en una Romania. Los intentos son vanos y por ello Ataúlfo decide pactar con el Imperio obteniendo a cambio un asentamiento estable con tierras explotables en la Gallia. El mantener a Gala Placidia como rehén provocó un enfrentamiento con el Imperio, que fue recortando el suministro de víveres hasta que tuvieron que refugiarse en la provincia hispánica de la Tarraconense. Barcino (Barcelona), la vetusta ciudad romana, es elegida en el año 415 como sede de la residencia de Ataúlfo. Ese mismo año nació Teodosio, hijo de Gala Placidia y Ataúlfo. Las esperanzas de una nueva concepción política que hubiera podido realizar el nuevo vástago fueron truncadas pues murió al poco tiempo, al igual que su padre, que fue asesinado por sus propias tropas. A pesar de lo difícil que resulta examinar con acierto las fuentes de la época, o bastante parciales o demasiado concisas, creemos que el elogio que hace Orosio (Hist. adv. pág. VII, 43) de Ataúlfo es bastante significativo, como muestra de esta, llamémosla, reconversión hacia el mundo romano de los reyes y el pueblo visigodo, a la vez que relata puntualmente los sucesos ocurridos:

"Este (Ataúlfo), como con frecuencia se ha dicho y probado últimamente con su muerte, ferviente partidario de la paz, prefirió militar lealmente bajo el emperador Honorio y emplear las fuerzas de los godos en defender el estado romano. Yo mismo he escuchado en Belén, localidad de Palestina, a un individuo de la Narbonense, que había servido honrosamente bajo Teodosio, y que era religioso, prudente y serio, relatar al beatísimo presbítero Jerónimo que él había tenido muchísimo trato con Ataúlfo en Narbona y que con frecuencia había sabido de él, por testimonios, que, cuando se sentía con ánimos, fuerzas e ingenio, solía contar: que al principio deseaba ardientemente borrar el nombre Romano y hacer del Imperio romano el Imperio godo solo y que se llamara y fuese, por expresarlo en términos vulgares, una Gothia lo que había sido una Romania y que ahora fuese Ataúlfo lo que entonces César Augusto.

Pero que, al convencerle la mucha experiencia de que los godos en modo alguno podían obedecer las leyes a causa de su desenfrenada barbarie, y de que no era conveniente derogar las leyes del estado, sin las cuales un estado no es estado, eligió que, al menos, se procuraría para sí la gloria de restituir íntegramente y aumentar el nombre de Roma con las fuerzas de los godos y de ser considerado por la posteridad como el autor de la restauración romana, después de no haber podido ser el que la transformara. Por este motivo se esforzaba en evitar la guerra y en perseguir con ahínco la paz, especialmente moderado para con todas las acciones de buen gobierno por el influjo y consejo de su esposa, Placidia, mujer de muy aguda inteligencia y de gran espíritu religioso. Y puesto que procuraba insistentemente buscar la paz y ofrecerla, fue asesinado, según se dice, en Barcelona, una ciudad de Hispania, por traición de los suyos".

Esta serie de acontecimientos, a los cuales se suman la elección real de Sigerico, asesinado por instigación de su sucesor Walia (415-419) al cabo de una semana, provocaron una gran inestabilidad dentro de la población civil y militar visigoda. Al igual que había intentado Alarico, Walia concibió atravesar el fretum gaditanum (Estrecho de Gibraltar) con sus tropas y crear allí un nuevo reino. Orosio (Hist. adv. pag., VII, 43), nos describe este acontecimiento del siguiente modo: "...Un gran ejército godo equipado con armas y naves que intentaba pasar a Africa fue lamentablemente aniquilado por una tempestad que les sorprendió a doce millas del estrecho gaditano. Los visigodos, por tanto, no consiguieron llevar a cabo dicha empresa y se vieron obligados a pactar con la administración imperial".

En el año 418 se estableció el foedus, cuya base jurídica era la hospitalitas, que regulaba la relación entre godos y romanos. La puesta en práctica de este sistema se hizo de igual modo en el momento del asentamiento en la Gallia que en Hispania. El pacto fue establecido directamente entre Walia y Constancio que obraba en nombre del emperador Honorio. Gala Placidia volvió a Italia y al conjunto del pueblo visigodo se le otorgó la condición de federados. Fue así como recibió las tierras de Aquitania, en el sur de la Gallia, a cambio de combatir las luchas internas provocadas por alanos, vándalos y suevos en la Península Ibérica. Las primeras incursiones militares en el territorio peninsular se iniciaron cuando en el año 419 Walia tuvo que hacer frente a los vándalos silingos.

Los visigodos establecidos en la Aquitania Secunda y zonas circundantes no establecieron la capital en Burdigala (Burdeos), sino en Tolosa, buscando más tarde y a través de la Narbonensis Prima, una salida efectiva al mar, que no les había sido concedida. La construcción del primer reino estable visigodo, el regnum Tolosanum, vino de la mano del sucesor de Walia, el balto Teodorico I (419-451). El período de regencia de este monarca, uno de los más largos del reino visigodo tolosano, comportó los primeros pasos para someter y conquistar otros territorios de la Gallia. Estos se iniciaron entrada la primera mitad del siglo V y serán efectivos ya en su segunda mitad. Los visigodos anexionaron a su reino una gran cantidad de territorios pertenecientes esencialmente a las provincias de Aquitania Prima, Aquitania Secunda tal como ya se ha visto, Novempopulania, parte de la Lugdunensis Tertia y la Narbonensis Prima que no perderán hasta el final del reino de Toledo y que supuso un control estratégico de una parte de la política económica del occidente mediterráneo.

A pesar de los intentos independentistas de Teodorico I, éste se vio obligado a aliarse con Aecio, ante la presencia de los temidos hunos dirigidos por Atila en el año 451 en la Gallia. Teodorico murió en el campo de batalla y su hijo Turismundo fue aclamado rey. Atila se replegó sobre Italia y Panonia. Tan sólo dos años después, Teodorico II estranguló a su hermano Turismundo y renovó el pacto con el Imperio. Durante el reinado de Teodorico II (453-466) las relaciones entre romanos y visigodos se fueron consolidando, pues este rey supo rodearse en su corte de personajes cultos y de gran reconocimiento, como por ejemplo el senador Avito y el poeta Sidonio Apolinar.

La ascensión al trono de Eurico (466-484) condujo al reino visigodo de Tolosa a ocupar su máxima extensión, puesto que incluso Arelate (Arlés), donde se había trasladado la prefectura de las Galias, y Massilia (Marsella), fueron vencidas. Esta política expansionista, sumada a la desaparición del Imperio romano de Occidente y a la mayor independencia de los visigodos llevaron a Eurico, desde Burdigalia (Burdeos) donde había establecido la capital y por ende la corte, a reafirmar las características sustanciales de los visigodos frente a los romanos, aunque permitiendo en algunos aspectos una cierta y mutua aculturación. El más claro ejemplo a este respecto es la promulgación del Codex Euricianus, recopilación del derecho consuetudinario visigodo y de las aportaciones del derecho romano que poco a poco se habían incorporado; ejemplo que vuelve a darse en el año 506, cuando su hijo y sucesor Alarico II promulga el Breviarium Alarici o Lex Romana Visigothorum, según tendremos ocasión de ver al hablar del aparato legislativo.